Con el tratado de San Ildefonso de 1796, celebrado entre la Convención Nacional Francesa y Carlos IV de España, sumándose años más tarde el tratado de Aranjuez de 1801, firmado con el Consulado de Napoleón Bonaparte, se vio rehabilitada la coalición tradicional entre la corona española y la francesa. Dicha alianza, llevó a ambos reinos a encarnar una serie de enfrentamientos bélicos con el Imperio Británico, en pos de intereses económicos y coloniales.
Posteriormente, en mayo de 1802, luego de que Napoleón obligara a Portugal a romper su alianza con la corona británica para que adoptara una postura neutral, las tropas españolas intervinieron en Portugal, desatándose así la Guerra de las Naranjas. A partir de 1803, España prestó ayuda económica y su Armada para el enfrentamiento naval contra los británicos, que culminó con la Batalla de Trafalgar en 1805.
Tras la derrota en Trafalgar, Napoleón desistió de invadir a Gran Bretaña por vía marítima, conformándose con sendos pactos de paz con austriacos, rusos y prusianos. Pero, por su lado, España luego de la destrucción de la Armada se vio sumida en una gran crisis económica debido a la imposibilidad de comunicarse con las colonias americanas, lo cual fomentó el recelo contra la política de alianza.
Antecedentes inmediatos del 2 de mayo de 1808
Tras la firma del tratado de Fontainebleu, Napoleón decidió crear un Estado satélite conforme a sus designios. Así, las tropas francesas comenzaron a ocupar distintas localidades españolas, controlando las comunicaciones con Portugal, además de Madrid y la frontera francesa. Ante esta situación amenazante, en marzo de 1808, la familia real se vio obligada a retirarse del Palacio Real, lo cual derivó en el Motín de Aranjuez y la posterior coronación de Fernando VII.
Esta situación fue aprovechada ampliamente por Napoleón, quien obligó a ceder la corona española a José Bonaparte, su hermano, hecho que sería conocido luego como las Abdicaciones de Bayona.
Por otra parte, en Madrid se conformó una Junta de Gobierno en clara representación del rey Fernando VII. No obstante ello, el poder efectivo fue a parar a manos de Murat, líder de las tropas francesas en España, quien manipuló a su antojo a la Junta. Fue el mismo Murat el que pidió el 27 de abril la autorización para llevar hacia Bayona a los hijos de Carlos IV que aún permanecían en la ciudad, la reina de Etruria, María Luisa, y el infante Francisco de Paula. A pesar de la negación inicial de la Junta a dicha solicitud, en una reunión realizada la noche anterior al 2 de mayo y ante las órdenes impartidas por Fernando VII, la Junta de Gobierno depuso su parecer y accedió a tales requerimientos, provocando la reacción del pueblo entero.